Lo pasamos bien en el Pazo de Vilabade en un pueblo que se llama Castroverde. Está en la provincia de Lugo. El pazo fue mandado construir en el año 1650 por Diego Osorio y Escobar, el inquisidor canónico de Toledo y virrey de Nueva España. El hombre tenía dinero. Lo pensé recorriendo las estancias de esta gran casa, de muros gruesos y fachada blasonada. Mis hijas querían saber de quién era el escudo. La propietaria del pazo, muy amablemente, le dio todas las explicaciones. Por eso sé quién fue el primer propietario de esta casa grande en la que te puedes alojar alquilando una habitación o las que quieras.
La casa la tienen bastante bien cuidada. Donde no se paran es en el jardín. Es una pena. Lo que podía ser un precioso jardín se queda en una finca extensa de hierba tipo huerta y árboles centenarios. Aquellos árboles que vieron siglos ganaban mucho rodeados por un césped bien cuidado y por algún seto recortado a tijera.
A lo que le hay que dar un diez es a la atención al cliente. Te recibe la propietaria en el patio de columnas del pazo. Yo pensaba que nos había confundido con alguien del Gobierno. La señora nos llevó hasta la antigua lareira y nos estuvo hablando de todo lo que podíamos disfrutar en su casa. Le hice casa en lo de ir a leer a la biblioteca. Me sentí como si fuera una prima de la dueña de la casa. Allí leyendo libros antiguos rodeada por los recuerdos familiares de la dueña estaba totalmente integrada en su familia.
Mi marido, en cambio, estuvo más tiempo encerrado en nuestra habitación. Quería trabajar con su portátil sin verse rodeado por extraños. Yo creo que era que se sentía como en la casa de su madre. El mobiliario sencillo de época le recordaba a mi suegra fijo. Lo mismo puedo decir del suelo de madera de la habitación. A la madre de mi esposo le encantan los suelos de tarima. La cama era de forja, igualita a las que compra mi suegra para todas sus habitaciones. Las mesillas de noche, una a cada lado de la cama, eran igualitas a unas mesillas que había en la casa de mis abuelos. Las habían comprado justo antes de la Guerra Civil española. Lo que sobraba, y así se lo dije a la dueña del pazo, era una cortina que había colocado detrás del cabecero de la cama. Pensé que había una ventana, pero no. La cortina, según la señora, estaba allí para hacer juego con la colcha de la cama. Y allí quedó. No hubo manera de convencerla para que se la llevara. Tuvimos que dormir con un cortinón estampado detrás de nuestras cabezas. Menos mal que estaba limpio.
Os recomiendo el Pazo de Vilabade en Castroverde, Lugo. Es un pazo muy gallego. No es lujoso, pero encuentras un mobiliario de época y unas lareiras que te enamoran. Yo volvería sólo para leer en su biblioteca. Me gustaron mucho los recuerdos de la dueña de la casa entre libros sobrados de polvo. Es una buena idea enmarcar las fotos de tu familia para que la disfruten tus huéspedes.
La casa la tienen bastante bien cuidada. Donde no se paran es en el jardín. Es una pena. Lo que podía ser un precioso jardín se queda en una finca extensa de hierba tipo huerta y árboles centenarios. Aquellos árboles que vieron siglos ganaban mucho rodeados por un césped bien cuidado y por algún seto recortado a tijera.
A lo que le hay que dar un diez es a la atención al cliente. Te recibe la propietaria en el patio de columnas del pazo. Yo pensaba que nos había confundido con alguien del Gobierno. La señora nos llevó hasta la antigua lareira y nos estuvo hablando de todo lo que podíamos disfrutar en su casa. Le hice casa en lo de ir a leer a la biblioteca. Me sentí como si fuera una prima de la dueña de la casa. Allí leyendo libros antiguos rodeada por los recuerdos familiares de la dueña estaba totalmente integrada en su familia.
Mi marido, en cambio, estuvo más tiempo encerrado en nuestra habitación. Quería trabajar con su portátil sin verse rodeado por extraños. Yo creo que era que se sentía como en la casa de su madre. El mobiliario sencillo de época le recordaba a mi suegra fijo. Lo mismo puedo decir del suelo de madera de la habitación. A la madre de mi esposo le encantan los suelos de tarima. La cama era de forja, igualita a las que compra mi suegra para todas sus habitaciones. Las mesillas de noche, una a cada lado de la cama, eran igualitas a unas mesillas que había en la casa de mis abuelos. Las habían comprado justo antes de la Guerra Civil española. Lo que sobraba, y así se lo dije a la dueña del pazo, era una cortina que había colocado detrás del cabecero de la cama. Pensé que había una ventana, pero no. La cortina, según la señora, estaba allí para hacer juego con la colcha de la cama. Y allí quedó. No hubo manera de convencerla para que se la llevara. Tuvimos que dormir con un cortinón estampado detrás de nuestras cabezas. Menos mal que estaba limpio.
Os recomiendo el Pazo de Vilabade en Castroverde, Lugo. Es un pazo muy gallego. No es lujoso, pero encuentras un mobiliario de época y unas lareiras que te enamoran. Yo volvería sólo para leer en su biblioteca. Me gustaron mucho los recuerdos de la dueña de la casa entre libros sobrados de polvo. Es una buena idea enmarcar las fotos de tu familia para que la disfruten tus huéspedes.
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