martes, 2 de abril de 2019

Viviendo en un pazo gallego con mi suegra



A mi suegra le gustó mucho el Pazo do Sador en Arzúa, La Coruña, un pazo que ha sido rehabilitado en un pequeño hotel con encanto. Nosotros estuvimos alojados allí coincidiendo con la boda de una prima de mi marido. Lo pasamos bien en este pazo de estancias austeras y madera noble por doquier. 

Nos dieron una habitación amplia, luminosa a su manera. Las luces eran indirectas. Estaban ocultas tras las molduras del techo. De día tenías una luminosidad considerable que entraba a raudales por las ventanas. De noche la luz quedaba tenue, cálida. Las paredes estaban pintadas de cal blanca, igual que las del resto de estancias del pazo. Había mucha piedra vista, no en nuestra habitación, pero sí en otras, y en las estancias comunes tipo salón ni te cuento. Los suelos de las habitaciones eran de tarima. Los juegos de baldosas se limitaban a los pasillos. Lo mejor de la habitación eran sus vistas al valle. 

Mis hijas se animaron a meterse en la piscina. Casi me dio un patatús cuando las vi chapoteando. Hacía calor, pero el agua estaba congelada. Yo no las hubiera dejado. Fue mi suegra quien les dio permiso aprovechando que yo estaba ultimando los preparativos de la boda de la prima con la novia. 

El pazo está muy limpio. El agua de la piscina, por ejemplo, se ve cristalina. Fue una de las piscinas más limpias que vi en mi vida. Nuestra habitación y el cuarto de baño también estaban limpios como los chorros del oro. Hay que felicitar a las que limpian en Pazo do Sador en Arzúa, La Coruña. 

Os lo recomiendo. Nosotros lo pasamos muy bien tanto en la boda de la prima como dando paseos por los prados de los alrededores del pazo. Está a seis kilómetros de Arzúa. Dos días antes de la boda hicimos un viaje hasta Sobrado dos Monxes. Te queda a unos 22 kilómetros. En coche pronto vas y das la vuelta.

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